El Personaje y la Persona


El personaje es el rol frente a la sociedad.


Por Autor: Dr. Rubén Pancaldo


Desde que el ser humano es concebido como persona desarrolla roles y funciones que generan hacia los demás y hacia sí mismo, una imagen. Así ese hombre o mujer será un profesional, un artesano, un político, ella será madre o líder en su lugar de trabajo. Somos lo que queremos ser y también somos un producto de lo que desean nuestros padres y la sociedad y vamos formando una imagen que se instala en la sociedad en que vivimos hasta que esa imagen es la que nos identifica frente a los demás y frente a nosotros mismos; es el rol social, la cubierta que mostramos. La vestimenta y la conducta se determinan en función de ese rol, nos reconocerán por eso y nos aceptarán o no, pero será nuestra identidad; habrá en nuestra familia y amigos una conducta esperada de marido bueno, de político, de mujer seductora, de santo de alguna religión y estaremos atados a ese rol como en un corsé, y esa imagen seremos. La imagen que mostramos y con la cual funcionamos en familia y en sociedad la llamaremos personaje y diferenciaremos de la persona, en tanto que ésta es la esencia de nuestro ser, lo que en realidad somos en nuestra intimidad, la cara oculta de nosotros mismos, el sí mismo que nos constituye, pero que no necesariamente forma parte del personaje o los personajes sociales que representamos.
 
Cada ser humano entonces tiene una persona y un personaje…. El personaje es la máscara, el rol social, lo que los demás ven y quieren de nosotros, pero la persona es lo que está detrás nuestro espíritu lo eternamente vivo, la esencia de nosotros mismos: La verdad oculta .
En el teatro griego cinco siglos antes de Cristo los actores tenían una máscara que les ocultaba el rostro. La máscara era el personaje que representaban, pero detrás de la máscara estaba el actor, es decir, la persona. Personaje y persona eran algo totalmente distinto aunque posicionado en el mismo sujeto, así ha sido siempre desde los comienzos. El hombre y la mujer tuvieron un rol social a representar, el personaje y una persona, lo que está en la profundidad de cada uno y que no siempre logra salir a la superficie; cuando alguien logra unir estas dos partes de sí es porque ha logrado el máximo de maduración, el ser sublime y la unidad total. 
 

Podemos vivir de dos formas: una al servicio del personaje, del rol social, del yo ideal, entonces correremos riesgo de ser esclavos de esa imagen externa, de lo que nos da la apariencia; la casa, el auto, el estatus, el poder, el dinero, las pequeñas miserias mundanas... Detrás de la apariencia superflua y banal o junto con ello estarán la pérdida de los valores y la valoración de lo trascendente. 

El sujeto esclavo de lo superfluo y atrapado en su personaje ahora convertido en carcasa vacía y desprovista de sentido, andará por el mundo como turista permanente sin apego a la tierra y a la gente que lo vió nacer; ya nada le importará sólo lo que refuerce su apariencia desprovista de sentido en un desarrollo sin límites, así, si tiene poder querrá más poder, si tiene dinero querrá más dinero, si tiene fama querrá más fama, si es investigador querrá ser el dueño de los descubrimientos más importantes; la banalidad estará presente en todos los actos de su vida y un día morirá sin haberse completado, será uno más, sólo un personaje sobredimensionado quizá, pero sin haber desarrollado su persona, la parte más valiosa de todo ser, la que nos une a lo trascendente a la naturaleza al universo y a Dios, o como cada cual quiera llamarlo.
 

Vivir al servicio de la persona es buscar un crecimiento interior a cada instante, viviendo cada momento con toda la alegría posible, haciendo honor al milagro de la vida, ser consciente del nosotros ahora que nos une a lo eterno intemporal, ser consciente del ahora, de cada instante atrapándolo y dejándonos atrapar. Estar vivos y en contacto total, porque cada instante presente y la eternidad son la misma cosa. 
 

Ser consciente de nosotros como personas en cada instante presente nos mantiene siempre junto a lo eterno universal, a todos los universos posibles y a este universo al que pertenecemos, a todas las personas y a todas las cosas.
 

El ser humano que sin desatender su imagen, su personaje o su apariencia se concentra en el desarrollo de su persona, de su yo interior en contacto con lo trascendente, será coherente y auténtico en camino siempre hacia una unidad entre el personaje y la persona; no habrá en él una distancia y un vacío entre su esencia (persona) y su apariencia (el personaje), será único en sí mismo y los habitantes de su tiempo lo valorarán así. 
 

Podemos sacrificar el rol social del personaje, pero jamás el desarrollo de la persona única; forma de darle un sentido a nuestras vidas .
 

Actualmente el grueso de la civilización a la que pertenecemos está concentrada en el desarrollo del personaje, en el mantenimiento de una apariencia vacía de contenido. Los medios de comunicación, la educación y las modas así como las costumbres en boga imponen un modelo de persona atrapada por el deseo de poder, el dinero y la apariencia como un fin en sí mismo, y la idea de una muerte misteriosa y catastrófica que nadie quiere y todos niegan hasta el momento terrible de la muerte inminente que se avizora por la vejez o una enfermedad terminal. Los asilos y los cementerios se convierten en lugares donde visitar a los allí instalados y no un lugar honorable en donde se venere al hombre sabio que pasó y dejó un rastro reconocible por su generación.
 

Y todo por haberse impuesto y entronizado el vil dinero y el consumo como actividad permanente que nos de acceso a ese ideal de un yo superfluo y superficia. La depresión, los trastornos de ansiedad y el estrés son hijas de este modelo perverso y equivocado que nos han impuesto. ¿Necesitaremos otro Mesías que nos venga a salvar o recapacitaremos a tiempo?
 

De todas estas situaciones miserables que pueden afectar al ser humano quizá, el poder sea la más difícil de manejar; en los últimos siete mil años no hubo cambios en lo que respecta al manejo del poder por parte del ser humano; pequeños y grandes líderes se corrompieron a la sombra del poder y al descuidar su persona fueron ganados por el costado miserable que nos constituye y está oculto en nosotros; imperios todopoderosos se conformaron detrás de esas ansias de poder, miles de inocentes pagaron el precio terrible del poder controlando al hombre, y se escribieron historias sangrientas repitiendo siempre la mismas escenas: guerras, avasallamiento, miseria, y destrucción.
 
El personaje suelto y fuera del control de la persona, exagerado y sobreactuado al máximo como en el teatro o como en el cine cuando se despliega una figura monstruosa y terrorífica - porque así es la historia cuando de tanto en tanto nace un monstruo con poder - nos horrorizamos. La humanidad se une para denostarlo y combatirlo porque ese monstruo social que llega a dañar tanto no muestra un costado latente de nosotros mismos, pero se manifiesta en las pequeñas cosas de la vida cotidiana cuando consumimos lo lo que no nos aporta nada.
 
Y volvemos a nuestra cotidianeidad ignorando lo que a veces está a la vista, el poder, el dinero, lo superfluo y aparente ocupando gran parte de nuestras vidas, entronizándose en nuestro tiempo, confundiéndonos con sus espejitos de colores.
 

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